jueves, 2 de septiembre de 2010

colaboración de Jose Antonio Macgregor para nuestra primer publicación

He's a real nowhere man

Sitting in his nowhere land

Making all his nowhere plans for nobody

(Lennon/Mc Cartney From the album 'Rubber Soul', 1965)

También existen, y esto probablemente en toda cultura, en toda civilización, lugares reales,

lugares efectivos, lugares que están diseñados en la institución misma de la sociedad, que son

especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales

los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el

interior de la cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos, especies de lugares

que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo efectivamente localizables. Estos

lugares, porque son absolutamente otros que todos los emplazamientos que reflejan y de los que

hablan, los llamaré, por oposición a las utopías, las heterotopías.

(Michel Foucault - De los espacios otros “Des espaces autres”, Conferencia dicada en el Cercle

des études architecturals, 14 de marzo de 1967, publicada en Architecture, Mouvement,

Continuité, n 5, octubre de 1984. Traducida por Pablo Blitstein y Tadeo Lima.)

PRÓLOGO

Prisiones, cárceles y centros penitenciarios, son heterotopías de desviación para recluir a los otros, los que no se comportan como la media normal de la sociedad, los que rompieron las reglas. Espacios que son no lugares pero que existen. Como los asilos, donde a la manera de pañuelos desechables, se tira a la gente después de usarla. Como los manicomios, donde la sociedad encierra la sinrazón de sí misma.

Espacios físicos transformados en espacios simbólicos a partir de las significaciones que reciben desde el poder; espacios de relaciones entre los de afuera y los de adentro; espacios desde donde se pretende encerrar la lucidez del que está enfrente; excluirlo, invisibilizarlo… deshumanizarlo.

Ladrones, secuestradores, drogadictos y estafadores moviéndose entre mundos caóticos y descarnados: la familia disfuncional donde son soslayados; el barrio donde son señalados; la ciudad donde son despreciados; la sociedad donde son encarcelados. Mundos fragmentados en los que tejen identidades quebrantadas, endebles y fugaces. Relaciones sociales donde la geometría de la historia les asignó una asimétrica posición: al margen, abajo, afuera, al fondo…lejos… lo más lejos posible. Geometría que es tan sólo una quimera del lenguaje, porque estos muchachos están en la médula de todo el ser social.

La sociedad los lleva a flor de piel, como tatuados en el territorio de la megaurbe donde todos los vemos en todos lados: son los jóvenes, enclaustrados por nuestra incapacidad de ofrecerles un espacio digno y un tejido de relaciones verdaderamente humanas, que les permitan cobrarle sentido a la vida.

Nada es casual. Acerquémonos un poco a los casos de los treinta jóvenes que se integraron al proyecto “Entre la jaspia y la pared me pinto solo”: Tienen al menos un familiar de primer y segundo grado dentro de algún Centro Penitenciario. Provienen principalmente de las delegaciones Iztapalapa, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero (las más violentas de la ciudad de México). El 90 % son primo delincuentes. Un 85% se encontraban bajo el influjo de alguna droga cuando delinquieron. 75% no se encontraba estudiando cuando fue aprehendido. El 70% se dedicaba al comercio informal.

Las condiciones de vulnerabilidad con las que entraron al juego impuesto por la sociedad, los llevaron a delinquir y ahora cumplen una condena en reclusión… ahora deben expiar sus culpas en penitencia… “toma chocolate, paga lo que debes”.

La publicación que aquí se presenta, muestra una experiencia de lucidez colectiva, donde la reclusión y la disciplina carcelaria no pudieron apagar la creatividad, imaginación, capacidad expresiva y emotiva del grupo de los treinta, acompañados por dos jóvenes promotores culturales que lograron con su proyecto, construir un “tiempo utópico en un espacio heterotópico”.

Tiempo de creer que a través de la cultura, se defienden y promueven los derechos humanos, el respeto a la diversidad, el rechazo a la solución violenta de las diferencias y el fortalecimiento de los valores orientados a la convivencia. Tiempo en el que esos muchachos que habitan en el no lugar, se apropian del espacio para ubicarse en el centro mismo como actores sociales protagónicos a nivel individual y colectivo. Tiempo de confrontarse, resolver conflictos, controlar emociones y pensar dos veces para tomar decisiones. Tiempo para elaborar y desarrollar una propuesta plástica y visual que les permita expresarse a través de nuevos lenguajes artísticos y nuevos vínculos comunitarios para la creación y reinvención.

Valeria y Hugo nos ofrecen esta propuesta de intervención comunitaria del espacio público, en donde la cultura actúa como disparadora de procesos para que los jóvenes reclusos puedan definir su identidad de manera más sensible y constructiva; para que puedan compartir al interior la metodología de trabajo del Grupo In Situ; y al exterior, el resultado plasmado en espléndidos murales donde la fantasía de figuras míticas, bíblicas y citadinas, configuran una forma particular de ver y vivir la realidad, de asomarse desde la reclusión al mundo entero, de interpretar la naturaleza humana, tan incierta, irracional y contradictoria como sus biografías escritas sobre su piel charrasqueada.

José Antonio Mac Gregor C.

Querétaro, Qro. 24 de marzo de 2010.

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